Llegamos al área recreativa a las 10:00 y, ya en el coche, empezaron a caer los primero copos aunque no cuajaban en el suelo.
Empezamos a subir por la cañada y la nevada se hizo muy intensa y maravillosa.
Las huellas eran las que nosotros dejábamos. Estábamos sólos en un lugar y momento mágico.
Subimos hasta la zona donde se empiezan a perder los pinsapos y había una ventisca que nos cortaba la cara. Hacía tiempo que el camino ni se intuía, por lo que decidimos dar la vuelta.
Cuando comenzamos a bajar, la mayor parte de la nieve que pisamos al subir ya se estaba derritiendo y la nieve se iba convirtiendo en lluvia.
Salud.
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